XL ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN DEL 78: LIBERTAD, CONCORDIA Y PROSPERIDAD

Este podría ser uno de los grandes titulares que sustantivan con letras de oro en la larga Historia de España, la huella de la Constitución del 78. Pero su legado ha sido y es, tan trascendente que también podríamos sumar, con la misma justicia histórica, CONSENSO, IGUALDAD, LEGALIDAD, EJEMPLARIDAD, CONTEMPORANEIDAD, MODERNIZACIÓN, PLURALIDAD, EUROPEISMO, …

78
La Constitución de 1978 ha sido la primera en nuestra historia que una parte del país no impuso a la otra parte. Esa, la de la imposición del ganador, había sido nuestra triste historia colectiva hasta que la Constitución, ahora en vigor, rompió con el pasado.
Un pasado, que no debemos olvidarlo si queremos valorar justamente las virtudes y defectos del texto constitucional que hasta hoy rige nuestra vida colectiva, que era, por utilizar una expresión propia de la época, el del trágala: los que se alzaban con el poder, fuera por medios legales: las elecciones; o por medios ilegales: los golpes de Estado, los pronunciamientos o las revoluciones, imponían a los perdedores sus reglas de juego, sus principios y valores en su particular Constitución, que los perdedores debían acatar como quien se ve obligado a aceptar resignado su penitencia. Esa práctica de la imposición del ganador acabó convirtiéndose con el tiempo en una práctica política que, a fuerza de ser habitual, acabó pareciendo a todos, completamente natural: el ganador imponía su Constitución a los demás, que esperaban desde entonces su ocasión para imponer la suya por su cuenta, en cuanto cambiasen las tornas y alcanzasen el poder.
La imagen que muchos han utilizado para explicar tal situación es la del péndulo de un reloj. Nuestra historia política y constitucional sería así una historia pendular, en la que el país habría venido oscilando entre el conservadurismo y el progresismo, entre reacción y revolución. Por debajo de la sucesión constante de Constituciones y de períodos constituyentes de diferente signo político, de las oscilaciones del péndulo, la verdad es que a lo largo de nuestra historia constitucional se fueron configurando todo un amplio conjunto de instituciones de poder, y una funesta serie de hábitos y prácticas políticas, muy impermeables a las reformas democráticas que terminaron haciendo muy difícil la consolidación, a lo largo del siglo XIX, de un Estado constitucional ajustable a tal nombre; y, ya en el siglo XX, de un Estado democrático.
Por seguir con esa imagen de la España pendular, el péndulo permaneció de un lado al otro los más de los doscientos años de constitucionalismo, transcurridos entre 1812, nuestra primera Constitución de Cádiz a la actual del 1978. España sufrió sesenta y dos años de negación radical del constitucionalismo: los del sexenio absolutista y la década ominosa de Fernando VII, y las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco; y sobrevivió otros sesenta y ocho años de constitucionalismo otorgado, cerrado, tutelado y ficticio: los transcurridos mientras estuvieron vigentes el texto constitucional de los liberales moderados de la Constitución de 1845 en tiempos de Isabel II y la Constitución de la Restauración de los conservadores de 1876, paladines de Alfonso XII.
En contraste con esos ciento treinta años de constitucionalismo otorgado, bien poco significarán los algo más de treinta en los que Española vivió con Constituciones que podríamos calificar de verdaderas, en la percepción actual: las de 1812 durante la Guerra de la Independencia, la de1837 de la Regente D. MªCristina de Borbón y la de 1869 de Amadeo I de Saboya, todas del siglo XIX; y la de la II República Española aprobada en 1931.
Pero esa incapacidad para el consenso a la que me vengo refiriendo no lo fue sólo para construir un régimen político plenamente democrático y capaz de reconocer la creciente pluralidad política, social, territorial, religiosa y cultural existente en España, sino también para imponer unas reglas de juego aceptadas por la inmensa mayoría de los españoles con la finalidad de dar una salida civil, y por tanto, civilizada, a la lucha de partidos a través de la cual se manifestaba y se azuzaba el enfrentamiento entre españoles, instrumentalizando para ello, con impropia y dramática alegría al ejercito como brazo armado de la imposición política, desde el Teniente Coronel Riego hasta su homólogo, el guardia civil Tejero.
Esa doble incapacidad acabaría conduciendo finalmente al más terrible drama de nuestra historia común: la devastadora Guerra Civil, consecuencia directa de otro de tantos levantamientos militares, esta vez contra la II República española, guerra que iba a desembocar en una larga dictadura. Por ello, cuando tras la muerte del General Francisco Franco, España va recuperando poco a poco sus libertades, a la par los grandes problemas de nuestra experiencia colectiva estaban allí, como congelados, esperándonos, lo que nos obligó a afrontarlos de nuevo para tratar de darles una solución definitiva.
XIX
Ese intento es el que explica el sentido de nuestra actual Constitución, un texto de amplio consenso, de gran acuerdo entre todos los que participaron en su elaboración, con la que se logró un auténtico pacto nacional para la convivencia en paz y en libertad, mediante un método sencillo, pero no por ello menos meritorio: el consistente en no introducir en la Constitución ninguna norma, regla o principio que resultase absolutamente inaceptable para alguna de las fuerzas políticas que, en representación del pueblo español, redactaron su articulado. El consenso frente a la imposición del vencedor: ese fue el cambio que introdujo en la historia política española la Constitución de 1978, aprobada, primero, por la inmensa mayoría de los diputados y senadores que participaron en las Cortes Constituyentes; y, después, por la inmensa mayoría de los ciudadanos cuando, tras la aprobación por las Cortes Generales, fue sometida a referéndum nacional del pueblo español.

Y ese CONSENSO nos trasladó, como señalaba al principio, por primera vez en nuestra Historia a 40 años ya de LIBERTAD, CONCORDIA, IGUALDAD, LEGALIDAD, CIUDADANÍA, EJEMPLARIDAD, JUSTICIA SOCIAL, CONTEMPORANEIDAD, UNIVERSALIZACION DE SERVICIOS PÚBLICOS, AUTONOMISMO, MODERNIZACIÓN, PLURALIDAD, EUROPEISMO, ESTABILIDAD, etc … y todos los etc. que ustedes sean capaces de añadir… Y PROSPERIDAD, este periodo de Monarquía Parlamentaria frente al fallido intento del legado de Monarquía Autoritaria, lo que indudablemente ha supuesto para España son los 40 años de mayor PROSPERIDAD de la Historia para el conjunto de la ciudadanía.

Pero no podemos perder de vista el péndulo, la España pendular y frente al impresionante revulsivo social que supuso el Nuevo Régimen de la Carta Magna del 78, el péndulo señaló sus debilidades y subyacente a esta realidad innegable, surgieron el terrorismo (nacionalista, anticapitalista, religioso), el golpismo, el pactismo contra-natura, la corrupción política, la corruptela empresarial, el secesionismo, el populismo, el republicanismo revanchista y el ultranacionalismo. Y estas debilidades del constitucionalismo socialmente mayoritario, han convertido estos grupúsculos minoritarios en el verdadero caballo de Troya que mina, desde su desmedida repercusión mediática, el exitoso consenso constitucional.

Solo desde la recuperación y puesta en valor del consenso democrático que gestó la Constitución del 78, podremos abordar su legítima vigencia o la reforma necesaria. Siempre considerando las debilidades históricas que dieron al traste con sus múltiples predecesoras. Siempre con la altura de miras de los padres de la Constitución, que negaron algunos de sus postulados personales irrenunciables en pos de la CONCORDIA, de la LIBERTAD , de la IGUALDAD, de la PROSPERIDAD y desde la irrenunciable legitimidad que nos da a los ciudadanos la seguridad en el respeto a la LEGALIDAD.

Todas estas reflexiones, solo me permiten ensalzar la virtudes de nuestra Constitución y me empujan a invitar a todos los representantes públicos democráticos, aquí reunidos, a revalorizarla y defenderla desde su gestación, desde sus propuestas e ideales de origen, hasta su exitosa consolidación en estos últimos 40 años que hoy celebramos con merecido júbilo; aunque todos debamos asumir el compromiso de erradicar, desde la democracia, sus defectos; cuestión que, bajo mi modesto punto de vista, la reafirma como Norma Suprema viva y llena de contenido.
cadiz

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